LA MIRADA INFANTIL

LOS OJOS DE LA PRIMERA VEZ

La inocencia es una mariposa

con alas de cristal

Todos hemos vivido una infancia, todos tenemos anécdotas que nos llevan a evocarla y sensaciones que nos regresan a ella: el tacto de un peluche, los, aromas del bizcocho de natas o las manos cariñosas de la abuela. Se trata de una mina con material muy valioso para disparar la creatividad, sobre todo porque los niños, de por sí, son creativos. Con el paso de los años y los condicionamientos sociales y educativos, vamos perdiendo esa frescura y espontaneidad en las palabras y las acciones. Pero basta echar una mirada atrás para rescatar a quien una vez fuimos y que ha dejado una huella indeleble en nosotros. ¿Por qué no usar su mirada, su perspectiva, incluso su vocabulario?

Para el lector es muy amigable empatizar con quien escribe, para ello como escritores debemos trascender de la pura anécdota e intentar conectar con un sentimiento común que le haga partícipe de lo que decimos.

Primero busca en ti aquellos momentos de tu infancia que te provocaron mayor impacto, que los recuerdes con una luminosidad especial. Déjate llevar de la mano de tu niño interior a esa emoción. Y trata de revivirla sin censuras, sin experiencia previa. Ponte los ojos de un niño, los ojos de la primera vez.

Podría ser bueno practicar aquí la escritura automática, es decir, dejarnos fluir y anotar en un papel todo aquello que nos vaya saliendo sin pensarlo demasiado. Apaguemos a nuestro crítico interior.

Nos hicimos aprendices

de poetas y de sueños,

nos hicimos inmortales

en la versión infantil.

Así rezan estos versos del poema La casita del árbol perteneciente a mi libro Palabra de Mar.

El niño no piensa demasiado, siente, se lanza al mundo, está dispuesto a asumir su empuje o su freno, sin prejuicios, sin traba, es vividor del momento. Lo ve todo con sencillez arrebatadora, y así, le interesa el mundo diminuto, lo que no se ve, imagina, improvisa, hace asociaciones locas, pone alegría en lo triste y desmedida en sus emociones.

Atrévete con tu lamparilla mágica a iluminar los recovecos de esa infancia que atesoras. Encontrarás casitas en medio del bosque donde merendar con los cabritillos, barcos piratas para desenrollar las olas y alfombras voladoras que te regresarán a la realidad, ¡sí! a otra necesaria para ser más auténtico.

Prueba a mirar un insecto o un ave desde la perspectiva de un niño, usa su lenguaje, su perorata o su media lengua. ¡Lleva a mundos desconocidos la imaginación e intenta hacer un poema diferente!

 

 

 

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